Mujeres y autoexigencia

MUJERES Y AUTOEXIGENCIA : UNA SOCIEDAD PELIGROSA

Dicen… Las mujeres suelen  “sufrir” más  la tortura de la “Autoexigencia”.

En estos días, desde la plataforma Womenalia, me propusieron colaborar en un artículo sobre la auto-exigencia y las mujeres. Y, como suele ocurrir cuando nos paramos a reflexionar sobre un tema que nos atrae, van surgiendo múltiples ideas que luego habrá que organizar hasta construir un pensamiento articulado.

El artículo está publicado y podéis acceder a través del siguiente enlace http://www.womenalia.com/es/hoy-en-womenalia/135-actualidad/3292-cuando-la-autoexigencia-se-vuelve-contra-ti

Obviamente, muchas de las ideas que aporté no pueden ser recogidas en su totalidad en un artículo compartido, así que aprovecho para traerlas a este espacio dentro de mi blog teniendo en cuenta que la Auto-exigencia es una mala compañera de viaje para muchas mujeres, algunas clientas así me lo reiteran, así que nos conviene identificarla para no caer en las garras de su feroz hambruna.

La autoexigencia daña por lo general a todo el mundo.

La autoexigencia suele ir acompañada de un exceso de perfeccionismo, pero no es lo mismo poner empeño en hacer las cosas bien que desgastarse recurrentemente en ese intento. El perfeccionismo obsesivo no es garantía de excelencia en el desempeño sino más bien de lo contrario: pérdida de eficacia al dedicar un tiempo innecesario a una tarea estéril. El deseo de llegar a un nivel de perfección absoluta resta tanta energía y ocupa tanto tiempo propio que no suele quedar ningún espacio para disfrutar de una vida afectiva y social.

Este comportamiento, suele afectar más a personas con baja autoestima que necesitan demostrar su valía de continuo, por ello, cualquier crítica o señalamiento, es percibido como un ataque personal que afecta y daña la autoestima. La rabia y  el sentimiento de frustración se colocan entonces como protagonistas activos inhibiendo la posibilidad de ver más allá para poder reconocer y disfrutar por lo logros y avances conquistados.

El peso de factores psicosociales de género en la tendencia de las mujeres hacia la“autoexigencia”

A lo largo de la socialización diferencial, las pautas de género guían y limitan la vida personal en base a lo que “se tiene que hacer” y sobre “cómo se tiene que ser” según la pertenencia a uno u otro sexo.

Este aprendizaje se va interiorizando en nuestro psiquismo y configura nuestra identidad de género. La afectividad asignada a las mujeres dentro de la socialización sexista, se corresponde con la dependencia y el sacrificio, se nos estimula tendenciosamente para sentirnos bien cuando nos volcamos hacia los otros como mandato central de nuestro deber ser Mujer.

La  autoestima derivada de esta manera de “ser mujer”, aumenta si cumplimos con la expectativa social y disminuye si los otros nos desaprueban o rechazan ya que  la capacidad de “autorreferencia”, es algo a conquistar cuando durante siglos el barómetro de aceptación y éxito se mantuvo fuera de una misma.

Transgredir la expectativa del rol, asumir protagonismo e iniciativa, implica en ocasiones tener que atravesar laberintos de  “castigo” social y también supone superar las barreras internas que en forma de “mandatos” de género nos hacen sentir inseguridad o culpa. Se produce entonces un conflicto entre el deseo y la subjetividad. Las mujeres que ocupan puestos y cargos de responsabilidad, por ejemplo, sienten de muchos modos no siempre explícitos, la presión de tener que dar la talla profesional dentro un entorno organizacional donde siguen operando códigos sexistas y androcéntricos.

Muchas mujeres sienten que deben demostrar que valen mucho más que sus colegas varones porque así se lo está demandando de mil maneras sutiles el entorno empresarial. Por lo tanto, esta presión externa promueve actitudes de auto-exigencia para demostrar la propia valía y, a su vez, genera alta inseguridad en poder cumplir con lo esperado de una manera exitosa. ¿Puede ser ello un factor que nos explique una mayor tendencia hacia la auto exigencia por  parte de las mujeres?

La división sexual y social del trabajo.

Sostener la vida humana segmentándola, distribuyendo el tiempo y las funciones de trabajo de acuerdo con el sexo de las personas, ha traído enormes daños para hombres y mujeres  al construir sus identidades de género personales y laborales, atrapados en un lógica de división sexual del trabajo-empleo y de la vida.

Las normas androcéntricas que rigen la cultura empresarial, siguen primando la presencia de como indicador de alto compromiso, las jornadas laborales son largas porque las exigencias son altas y también porque el sistema de valores operante sigue relacionando el alto rendimiento con el tiempo dedicado al desempeño profesional. Esto implica que muchos varones se vuelcan en el trabajo muchas horas al no sentir de igual manera la responsabilidad de tener que ocuparse del cuidado vincular de padres, hijos, compañeras. Cumpliendo con su rol de proveedor económico, todo lo demás es un plus añadido que ha de generar un sentimiento de bienestar personal y social

La doble carga de trabajos productivos y reproductivos sigue recayendo mayoritariamente sobre las mujeres ya que ni los hombres, ni las empresas, ni el estado, asuman su corresponsabilidad en los trabajos relacionados con la sostenibilidad de la vida.

Más allá del rol, está la identidad de género.

Las mujeres tienden a asumir de forma unilateral la responsabilidad de las tareas del cuidado y la gestión de lo doméstico, como parte de los mandatos de género introyectados en la subjetividad femenina. Muchas mujeres expresan su dificultad para la gestión del tiempo y también sienten culpa en mayor grado que los varones por este motivo. Lo más grave, es que esta sensación muchas veces se interpreta como incapacidad lo que, a su vez, promueve una sobrexigencia  que se traduce en un malabarismo imposible de sobrellevar en el intento de llegar a todo y además, hacerlo bien.

El tiempo es un recurso que escasea para el común de las mujeres. Este tiempo no sólo se mide en horas sino que ocupa espacio emocional y psicológico. Las responsabilidades ocupan energía vital. Por este motivo, muchas mujeres que apostaron por desarrollar un proyecto profesional, dedicando tiempo y esfuerzo para crecer en su carrera, terminan por renunciar a sus metas porque no les “compensa” sentirse como Juanas de Arco en medio de la Hoguera de las multitareas.

Autoexigencia y autoestima

La autoestima social de las mujeres suele ser deficitaria en relación a la de los varones. El sistema sexista establece una jerarquía de valor superior de lo masculino Vs. lo femenino.

Los chicos nacen dentro de un sistema familiar y social que de mil maneras les estimula y empuja para que luchen por aquello que desean. Las chicas, sin embargo, reciben mensajes contradictorios de continuo: se buena estudiante pero se obediente, cariñosa y prudente.

En el caso de los varones, se da por hecho a priori, que son competentes por ser hombres. En el caso de las mujeres, es a la inversa,  todavía se duda que podamos ser competentes en muchas áreas de lo público por ello debemos demostrar que sabemos y podemos a priori, más allá de los títulos o cualificaciones demostrables. De ahí también, la sobre-exigencia que tantas veces opera internamente al sentirnos exigidas a tener que demostrar-nos que podemos y valemos…. Esta presión social afecta y condiciona la autoestima personal.

La competitividad en la cultura empresarial y organizacional.

En entornos altamente competitivos la presión que se ejerce sobre las y los profesionales es muy alta y genera dinámicas de auto exigencia generalizadas. Este factor de clima de trabajo, lleva a los sujetos en ocasiones a asumir retos no siempre factibles de  lograr en el tiempo planteado o en función de otras variables objetivas.

Tener que “dar la talla” puede resultar una carrera de fondo extenuante si el sistema de valores que rige y mide la calidad y eficiencia de los resultados, se basa fundamentalmente en los porcentajes de beneficios económicos sin tener en cuenta el necesario cuidado de los equipos humanos para evitar su desgaste y menor operatividad. La autoexigencia se convierte entonces en una continua pelea interna al sentir la presión de un entorno que de continuo juzga y evalúa nuestro nivel de rendimiento en función de esos parámetros de alta competitividad.

Además de estas exigencias comunes, muchas mujeres soportan también la presión añadida de tener que hacerse un espacio propio en sectores muy masculinizados. Hay que demostrar mucho para sortear las barreras sexistas que permanecen “invisibles” tras el techo de cristal frenando el desarrollo profesional de las mujeres y su participación en ámbitos poder y toma de decisiones. ¿Estas dinámicas son abono para la auto-exigencia?

 Los costes y las consecuencias.

Vivir en un estado continuo de estrés dispara la ansiedad de forma peligrosa y nos puede llevar a automatizar conductas que nos dañen la salud a distintos niveles físico, psíquico y emocional. Como consecuencia, podemos caer en sentimientos de malestar y angustia por la sensación continua de “tener que hacer” sin poder pararnos a analizar qué hay que hacer, cómo lo deberíamos hacer, cuánto deberíamos hacer, para quien lo debemos hacer  y, sobre todo, el para qué lo debemos hacer.

Este nivel de autoexigencia excesivo genera efectos contrarios a lo deseado. Muchos de los autosabotajes están relacionados con el nivel de autoexigencia por la presión que conlleva pensar que en todo momento debemos ser perfectas en cualquiera de los ámbitos de nuestra vida.

Debido a ello, muchas mujeres viven con temor ascensos profesionales o, incluso,  renuncian a ellos, desde un planteamiento erróneo: pensar que sólo tendrán éxito si consiguen ser perfectas en todo sin tener en cuenta los límites objetivos, los obstáculos a sortear, las estrategias a implementar y, sobre manera, la identificación de sus propios interese y deseos.

Algunas claves para el cambio.

  • Siguiendo las propuestas que Stephen R. Covey nos propone de forma magistral en los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva, creo que un buen hábito para la vida sería empezar por lo primero, o sea, la autoconciencia. Saber quiénes somos y cuál es nuestra visión personal sobre una misma y sobre el mundo, aportará muchas respuestas para identificar qué es lo que nos mueve profundamente más allá de aquello que nos dicen que debería realizarnos.
  • Es decir, si los patrones de conducta reiterativos nos generan malestar, deberíamos pararnos a “mirar” esas tendencias para identificar en qué situaciones solemos responder de un modo u otro y los costes que conlleva. Sólo si tomamos conciencia de las dinámicas internas, podremos ir desarrollando las estrategias que nos lleven hacia nuevos lugares y formar de actuar.
  • En segundo lugar, conviene revisar con serenidad y de manera operativa las metas que nos planteamos y el contexto –marco y micro- que nos puede condicionar positiva o negativamente hacia el logro de las mismas. Teniendo en cuenta la teoría de sistemas,  todos formamos parte de otros muchos sistemas y estamos en interrelación continua con ellos: familiar, económico, social, cultural, formativo, laboral, etc.
  • En tercer lugar, deberemos negociar primero con nosotras mismas antes de iniciar negociaciones con terceros. Es decir, muchas veces son nuestras propias contradicciones y presiones internas las que nos colocan en lugares vulnerables para negociar los límites con los otros. Por ejemplo, si no somos conscientes de que no podemos, ni debemos, ni tampoco queremos, poder con todo, difícilmente podremos negociar las corresponsabilidades, ya que a la mínima fricción tenderemos a compensar desde nuestro sobreesfuerzo para evitar el conflicto.
  • En cuarto lugar, aceptar lo propios límites y también tomar conciencia de nuestra potencialidad. Algo que no podemos hoy, no implica que no vayamos a ser capaces de lograrlo en un futuro si nos proveemos de los recursos internos y externos necesarios.
  • En quinto lugar, modificar pensamientos negativos que nos llevan sistemáticamente hacia un sentimiento de impotencia o carencia. Revisar nuestro diálogo interior nos ayuda a comprender cómo determinados paradigmas construidos a lo largo de la vida, nos condicionan la percepción de la realidad y desde ahí, actuamos confundiendo el mapa con el territorio. El mapa en este caso, sería una tarea, función o rol determinado a ejecutar, pero el territorio, es nuestra propia vida y el sentido que queramos darle atendiendo a las múltiples necesidades que deberían ser atendidas para lograr un necesario equilibrio emocional.
  • Y por último, aprender a diluir el “ego”. Ni siempre podemos ser perfectas, ni las mejores ni tampoco esperar que esto nos ha de llevar al bienestar. Las personas autoexigentes no tienen un espacio interno para conectar con otros intereses y necesidades que como seres vivos debemos atender.

Todos estos factores psicosociales de género interactúan y se retroalimentan mutuamente.

¿Será por ello  que la hiperexigencia y el perfeccionismo suelen afectar especialmente a las mujeres?  ¿Tendrá algo que ver?

Carmen F.Barquín

3 comentarios en “Mujeres y autoexigencia

  1. Macarena, gracias por abrir espacios de azul sin cristales hacia el cielo. Mucho nos queda aún por reflexionar pero lo bueno es que cada vez somos más las mujeres que deseamos «despertar para seguir soñando» como decía María Zambrano. Y es imprescindible despertar el pensamiento crítico para que no se normalicen tantos recovecos que el sexismo patriarcal nos ofrece como fórmulas de bienestar conquistado, eso también actúa como un espejo que muestra una realidad de equidad de género que aún dista mucho de ser real…

    Gracias también por tu referencia a mi artículo y te felicito sinceramente por el tuyo. Activa el deseo de actuar para tejer redes multicolores de deseos compartidos.

    Un abrazo,
    Carmen

  2. Enhorabuena por este artículo tan magistralmente explicado!

    Desde mi proceso personal como gran auto exigente, ahora ayudo a otras mujeres con estas situaciones. Pero como bien dice el comentario anterior, aún es tanto lo que nos queda…

    Sin embargo, ya no lucho ni ayudo a otras a luchar, lo vivo desde la aceptación y el amor por mis imperfecciones y cada vez que noto que ya me estoy pasando, freno en seco y re-conduzco.

    Como muy bien has explicado, cultivar la conciencia es fundamental. Y estar al día de lo que supone para las mujeres los programas inconscientes (y conscientes) de «no valía» que traemos a la espalda.

    Mil gracias,

    Tania

    • Muchas gracias Tania, quizá en estos momentos que nos toca vivir, vemos y comprobamos lo que es realmente importante, que desde luego no es ser perfectas sino ser capaces de lidiar con las emociones que nos van asaltando sin perder de vista la conciencia social. Un abrazo!!

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