Para promover una actitud de colaboración coactiva frente al individualismo y para evitar la soledad que a veces se percibe en la intervención...
Porque:
Intervenir, acompañar y atender a personas que demandan y necesitan ayudas en muchos frentes vitales, nos sitúa muchas veces ante nuestros propios límites para dar respuestas o para ofrecer los recursos que no siempre están al alcance de nuestras posibilidades materiales o humanas.
Tener capacitación, formación y experiencia profesional, no siempre resulta suficiente a la hora de gestionar positivamente las situaciones problemáticas que emergen en ocasiones con clientes, pacientes, responsables o compañeros/as de trabajo.
Quienes ayudan, escuchan y acompañan los procesos de otras personas, necesitan también, contar con espacios propios de escucha y cuidado fuera de las urgencias y los ritmos que determina el trabajo en el día a día. Espacios donde se dé un tiempo para poder conectar con lo sentido en momentos de la práctica profesional cuando se perciben dificultades, limitaciones, dudas o situaciones de aparente “atasco”.